El arte latinoamericano le debe gran parte de su trascendencia ante los ojos del mundo gracias a la presencia de una figura tal como Frida Khalo, pintora mexicana que durante la primera mitad del siglo XX gozó de un gran reconocimiento, siendo su amplia obra todavía valorada y visible en diversos museos del mundo. Si bien desde joven fue víctima de la poliomielitis y otros males que fueron todo un inconveniente para su salud ello no terminó siendo un impedimento ante sus pretensiones artísticas, es más, llegaría a utilizar el arte para poder reflejar diversos momentos y sentimientos en su vida.
Uno de los momentos más recordados por sus historiadores fue el matrimonio que tuvo con el también pintor Diego Rivera, siendo aquí donde comenzaría ella a adoptar la imagen estética con que tanto se le reconoce: con trajes típicos mexicanos, uso de colores llamativos y una copiosa joyería; lo cual le ayudaría a tener también una presencia simbólica tan reconocida como trabajo. Con relación justamente a su obra, esta se encuentra ubicada entre el surrealismo y el expresionismo, un par de estilos muy famosos durante el período que le tocó vivir, contando con una gran cantidad de autorretratos y como bien se dijo imágenes que fácilmente se pueden relacionar a diversos momentos de su vida.
Frida murió en 1954, habiendo tenido previamente una gran depresión propia de su frágil salud que la llevó a querer cometer suicidio. Gran parte de su obra se ubica en la Caza Azul de Coyoacán, México.