El Diario de Ana Frank fue publicado por primera vez en Holanda de manera póstuma en 1947, gracias al persistente empeño del padre de la autora, Otto Frank. Esta primera versión contiene lo esencial del relato, al que se han sumado páginas hasta 1998. Ana nos cuenta su vida a partir del 12 de junio de 1942, día de su cumpleaños número trece en que recibe por regalo un diario al que llamará Kitty. Desde el principio la sabemos avispada pero solitaria, deseosa de contar con una amiga y una confidente, por eso abraza a Kitty como una compañía en medio del régimen del terror instaurado por Hitler.
En las primeras páginas Ana nos describe la segregación que empezaron a sufrir los judíos, debiendo identificarse portando estrellas bordadas, asistir a comercios con horarios restringidos, no transitar en las calles después de las ocho de la noche. Era sólo el comienzo. En vista de la desaparición y encarcelamiento de sus allegados, los padres de Ana deciden que es mejor ocultarse en la parte trasera de un edificio de oficinas, el Anexo. Allí cohabitan con los Van Daan, una pareja de esposos que traen consigo a su hijo de 16 años, Peter (A Ana y a su hermana Margot el muchacho les parece un tonto desde el saque). El último en ser invitado es un viejo amigo del padre de Ana, Dusell. Son los antiguos empleados del padre de la autora, Miep, Henk, Elli, Koophuis y Kraler la conexión con el mundo externo, los encargados de traerles provisiones y noticias. El diario lleva cuenta de esos días en el Anexo, de las peripecias por sobrevivir con cada vez menos comida, de la expectativa por noticias esperanzadoras, de la angustia creciente por el exterminio en los campos de concentración y de la amenaza de ser atrapados que todos sufren, pero también nos habla de los livianos momentos de felicidad doméstica y juvenil, como la aparición de una barra de chocolate o el primer beso entre Ana y Peter. El diario se cierra tres días antes de que la policía descubriese el escondite.